¿Y SI PRIORIZAMOS LA EDUCACIÓN?

Publicado el 19 Ene, 2024

Artículo de Carles Tomàs Cots

La mitad de las personas refugiadas en el mundo son menores de edad. Esto supone que alrededor de cuatro millones de personas refugiadas en edad de escolarización no tengan acceso a la educación. Estos menores corren un mayor riesgo de explotación, violencia sexual y de género,  matrimonio precoz, trabajo infantil y de reclutamiento en grupos armados.

El acceso a la educación es fundamental ya que contribuye a encontrar soluciones duraderas a las crisis humanitarias provocadas por el desplazamiento forzado. La educación permite a las niñas y niños refugiadas tener un espacio seguro en el que fomentar su crecimiento, desarrollo personal y educativo, un lugar en el que la inseguridad y el sufrimiento no forman parte de su vida cotidiana.

Los contextos de desplazamiento forzado presentan múltiples barreras que dificultan el acceso, permanencia y finalización de la educación formal de las niñas y niños refugiadas.

¿Cuáles son las barreras para el acceso a la educación para las niñas y niños refugiadas?

1. Necesidades básicas no cubiertas. Las personas desplazadas tienen importantes dificultades de acceso a elementos básicos para la vida, como agua potable, alimentos y una vivienda adecuada. También carecen de seguridad económica. Como consecuencia de todo ello, la infancia y la juventud debe contribuir, a menudo, a los ingresos del hogar para mantener a sus familias.

2. Barreras administrativas. Las personas refugiadas generalmente carecen de documentación e identificación personal u otra documentación oficial. En algunos casos, las niñas y niños refugiadas son excluidos de las escuelas nacionales, ya sea por una política de exclusión explícita o porque el acceso de las personas refugiadas no se ha negociado con las autoridades nacionales. Además, muchos progenitores temen que revelar la situación administrativa irregular de sus hijas e hijos pueda poner en peligro su seguridad.

3. Capacidad de las comunidades de acogida. Los países de acogida, en particular, países del sur Global, a menudo carecen de los recursos necesarios para garantizar la educación de las personas desplazadas. Otro de los factores que dificultan el acceso a la educación es que en muchas ocasiones la población desplazada se encuentra asentada en zonas remotas. Esta falta de recursos también supone una barrera para la contratación, retención y formación del profesorado. La escasez de docentes conlleva otros retos como pueden ser límites en la inscripción de niñas y niños en edad de escolarización, y escuelas con un ratio alto que comprometen la calidad en el aula y pueden dar lugar a una falta de protección de los menores.

4. Barreras socioculturales. Barreras socioculturales, como pueden ser el idioma de impartición o el contenido del currículum escolar; barreras demográficas, como la larga distancia entre la población desplazada y la escuela, sin acceso a medios de transporte; y otras barreras de protección como la seguridad en el trayecto casa-escuela o la violencia, discriminación y bullying, tienen como consecuencia un alto grado de abandono escolar entre la población refugiada. Las dificultades que presenta el superar las barreras a la escolarización para la población desplazada son, en ocasiones, mucho mayores que sus beneficios.

5. Priorización de otras ayudas. Las respuestas de ayuda humanitaria en contextos de crisis humanitaria tienden a concentrarse en atender aspectos como la seguridad alimentaria, agua y saneamiento, salud, entre otros, dejando de lado la educación, también fundamental. Solo el 2% de la financiación humanitaria es destinada directamente a la educación. Por tanto, debe alentarse el compromiso de los gobiernos y los actores internacionales de tomar medidas para garantizar el derecho a la educación de las poblaciones migrantes y desplazadas.

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