Artículo de opinión de Patricia Viñamata de Gibert
Cuántas veces durante esta cuarentena habremos oído la frase de “no valoras lo que tienes hasta que lo pierdes”. Pues bien, estando en casa y analizando cómo las familias de mis alumn@s lidian con esta situación, me doy cuenta de la amplitud de la palabra “educación”.
Normalmente, cuando nos imaginamos a nuestros niñ@s aprendiendo con su profesor o profesora, los situamos rápidamente en un aula, delante de un libro o alguna actividad, rodeado de otros niñ@s de su edad. En este momento, profesores y alumnos nos estamos reinventando; Cómo enseñar y cómo aprender encerrados en casa. Aparecen recursos, ideas, propuestas, formas de trabajo a través de una pantalla, etc. Prueba, error, prueba, error, prueba, error. Es entonces cuando te das cuenta de que la educación va mucho más allá del colegio, tal y como solemos entenderlo.
Creo que esto nos enseña algo básico, en un proceso educativo formal solamente hay tres actores imprescindibles. El profesor, el alumno y la familia. Cada uno con su parte de responsabilidad y su rol.
Estamos viviendo nuestra propia emergencia y nos estamos dando cuenta de lo importante que es que los niñ@s sigan aprendiendo. Algunos lo querrán porque no aguantan más a sus hij@s en casa, sea por el motivo que sea, otros porque pensarán que si están pagando tenemos que hacer lo que sea para seguir y los otros, con los que me siento más identificada, no querrán que sus hijos pierdan el curso escolar, o dicho de otra manera, no querrán que dejen de aprender. En este proceso, nuevo para todos, colegios y profesores estamos adaptándonos e intentando ofrecer esta educación tan apreciada cuando no la tienes.
Creo que esto nos enseña algo básico, en un proceso educativo formal solamente hay tres actores imprescindibles. El profesor, el alumno y la familia. Cada uno con su parte de responsabilidad y su rol.
Yo vivo en Barcelona y hablo de mi experiencia hoy aquí, año 2020, alumnos que tienen ordenador en casa. Con estos recursos, juego mis cartas, sé que soy de las afortunadas. ¿Pero qué pasa con profesores que tienen alumn@s sin ordenador? Tendrán que reinventarse de otra manera, y lo harán. Y este es solo un ejemplo.
Podemos intentar imaginarnos ahora, una milésima parte de lo que se encuentran familias sumergidas en otro tipo de emergencias como guerras, campos de refugiados, zonas de pobreza extrema, etc. Estos niñ@s, también tienen derecho a recibir educación. Allá sus opciones caen en picado, su problema ya no es estar en casa o no tener ordenador. Se añaden factores de riesgo físico, psicológico, económico y social que aquí no conocemos en la mayoría de los casos. Permíteme matizar este riesgo del que hablo para que no preste a confusión. Riesgo a ser asaltado o violado, riesgo a ser secuestrado. Riesgo a no tener acceso a agua potable para beber o lavarse las manos, riesgo a padecer desnutrición. Riesgo a que bombardeen su casa, riesgo a quedarse huérfano, riesgo a morir.
Pero de nuevo, si hay niñ@s, un adulto que lo permita y un profesor o profesora, tenemos los actores necesarios para que, a pesar de las dificilísimas circunstancias, pueda existir un proceso educativo que, aunque complicado, es posible.
Vamos a romper con la idea de que un colegio son cuatro paredes, mesas, libros, exámenes y notas. Vamos a readaptar esta idea a la realidad de muchos lugares donde la infraestructura es un lujo, de hecho, innecesario. Cuando fundamos Everywhere Schools creíamos en esta idea y hemos intentado transmitirla a todos lo que nos han querido escuchar. Quizá esta crisis, en la que nos encontramos, nos permite de alguna manera, empatizar con más facilidad, con todos los millones de niños y niñas que, no es solamente no reciban educación, si no que la alternativa con la que se encuentran es devastadora en todos los sentidos.
Desde el propio encierro de mi casa, pensando en esta realidad que vivimos aquí y en la que están viviendo en otros países, cada día entiendo mejor y veo más claro que sí que es posible ofrecer educación en contextos inverosímiles y a veces inimaginables para nuestra realidad. Como profesora, como cooperante y como persona, apuesto y voy a seguir apostando por esta idea sencilla de explicar y muy difícil de llevar a término, pero como he dicho, no imposible.
